Capítulo IV: Buenas noticias

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Salir de Hogwarts sin profundas preocupaciones por auspicios futuros fue algo tan extraño para Harry que, en el camino de vuelta a Londres en tren, mientras hablaba con sus amigos en uno de los últimos compartimentos se preguntaba si todo aquello era real o simplemente era un sueño. Ginny lo miraba de reojo mientras que sus dedos tocaban tímidamente la piel de Harry mientras que Neville les ponía al orden del día en lo referente a la comunidad mágica.

-Al parecer dentro de algunos meses, seguramente en diciembre, habrá elecciones para ratificar o no el cargo de Kingsley como nuevo ministro -dijo el chico mientras se metía en la boca con sumo cuidado una rana de chocolate. -Aunque mi abuela me ha dicho que todo el mundo está muy contento con él, el único problema es que hay una serie de voces discordantes que afirman que ha sido elegido a dedo y que eso no se puede permitir.

Hermione, Ginny y Harry estaban bastante atentos a la conversación mientras que de fondo escuchaban los ronquidos de Ron. Desde que Voldemort había desaparecido, lo único que había hecho era dormir. De hecho, habían pasado cuatro días desde la batalla y todos estaban bastante cansados pero ansiosos de afrontar su último año en el Castillo, aunque para eso aún debían de pasar un agradable verano libre de preocupaciones. Harry, por su lado, pasaría las vacaciones en la Madriguera con el resto de la familia Weasley. Ron le había contado que, aunque todos estaban tristes por la muerte de su hermano, la reposición de ánimos era veloz, de hecho, hasta George y Percy se habían trasladado para acrecentar la unión familiar.

-No es producente realizar unas elecciones en estas circunstancias -afirmó Hermione contestando a la información que Neville les había transmitido, -además, en medio de este caos es preferible una mano firme que dirija la situación.

-El problema es que muchos piensan que esa elección puede derivar en algo más… totalitario -dijo Ginny con gesto serio.

Y era cierto. En los últimos números del Profeta, tras la enorme expectación creada por la desaparición del Señor Tenebroso, se había criticado desde algunos sectores muy concretos que la elección del ministro no había cumplido con los criterios democráticos necesarios para dar legitimidad al Gobierno. De hecho, muchos de esos sectores llegaban a pedir la desobediencia ciudadana. Aun así, Kingsley y su equipo de gobierno estaban realizando una buena gestión. En primer lugar, habían hecho una purga para apartar del cargo a todos aquellos funcionarios que tuvieran alguna relación con el bando oscuro. Lo cual había sido una de las primeras medidas tomadas por el ministro en funciones con el fin de no cometer los mismos errores que el penúltimo que estuvo al cargo, el cual llegó a verse influenciado por personas que eran leales a Lord Voldemort.

-No les falta razón -les dijo Neville. -Aunque no deberían de dejar que tales comentarios les afecten, ya han pasado cosas parecidas. Se creía además que con la desaparición de Voldemort, no iban a tener ningún problema, pero la inestabilidad es fuerte y el mundo mágico aún no es seguro.

Mientras sus amigos mantenían el interesante debate, Harry tenía otro de manera interna: Grinmud Place. Sabía que la casa estaba completamente deshabitada, al menos desde que ellos la habían dejado de manera precipitada hace algunos meses cuando realizaron la incursión en el Ministerio de Magia. El Gryffindor siempre había tenido muy claro que su sitio estaba allí. Este verano le comentaría a los Weasley que tras acabas séptimo curso se dirigiría allí. Aunque estaba seguro de que algunos se negarían, Harry pensaba ya en la forma de no tener que depender de nadie para su propia seguridad entre otras cosas. El único problema era que debía de adecentar la casa y realizar alguna que otra gestión con respecto a su seguridad.

El tren tardó un par de horas más en llegar al andén nueve y tres cuartos donde el matrimonio Weasley más Bill y Fleur los esperaba.

-¿Tu vienes Hermione? -dijo Harry sonriendo mientras arrastraba su baúl en dirección a la salida tras una efusiva bienvenida del grupo.

Esta afirmó positivamente:

-Pero solo estaré un par de días -le contestó con un agradable gesto, -después tengo que ir a ya sabes dónde, por el asunto de mis padres -esto último lo dijo en un susurro.

Harry recordó entonces las medidas de seguridad que su mejor amiga había realizado con el fin de que sus padres no tuvieran ningún percance. El año pasado los había mandado a Australia con la memoria borrada para en algún momento -si es que la chica sobrevivía- volver a por ellos.

-Yo te acompañaré -afirmó Ron que desde el beso que Harry había presenciado se sentía más seguro con la chica a la que tanto había perseguido.

Esta le contestó agarrándole de la mano y apretándole con cierta fuerza en señal de cariño. Harry sonrió y puso los ojos en blanco. Aquel era otro asunto que le preocupaba más de lo estrictamente necesario. Aunque estaba completamente feliz por aquel hecho, sí que tenía dudas con respecto al futuro. ¿Y si peleaban? ¿Sería el fin de aquella fuerte amistad entre los tres? ¿Tendría que elegir a alguno de los dos? Harry siempre había sabido de los sentimientos encontrados de los dos, y siempre había sido mediador en las innumerables discusiones que ambos habían tenido. Aunque todo eso no tenía por qué significar nada…

Realizaron el trayecto de Londres hasta la Madriguera en dos coches cedidos por el ministerio de magia. A diferencia de otras veces no iban custodiados, ni mucho menos. Esto gratificó profundamente a Harry que por primera vez se veía libre de aquellas presiones que le hacían ser el centro de la protección ministerial. Uno de los automóviles era conducido por el señor Weasley y otro por Bill. Ambos le habían saludado muy alegremente para después meter sus baúles en el coche. Lo cierto era que no recordaba cómo habían llegado sus baúles hasta Hogwarts. La última noticia que había tenido de ellos era que se encontraban en la Madriguera, donde los habían abandonado. Al parecer la señora Weasley se había encargado de enviarlos tras la batalla, y ahora regresaban de vuelta.

El trayecto fue corto y agradable. Ron, Hermione y Harry se habían montado con Bill y Fleur que les sonreía efusivamente mientras que Bill les contaba que Gringotts estaba aumentado su nivel de seguridad en un doscientos por ciento tras la matanza ocasionada el último mes. Entonces una noticia cruzó la conversación:

-Estoy “embagazada” -dijo Fleur.

Ron abrió los ojos como platos mientras que Hermione exclamó con alegría y Harry sonreía dando palmadas en el asiento.

-Serás el padrino, ¿verdad Ron? -preguntó Bill.

-Que… ¿qué? -dijo Ron aún muy sorprendido y conmocionado por la noticia.

-Lo que has oído Ron -contestó su hermano en medio de carcajadas generales. -Mi hijo debe de tenerte como padrino. Todos hemos estado muy preocupados por vuestro destino estos meses. El pobre Fred siempre estaba con la radio puesta por si daban información de vosotros.

La simple mención a Fred ocasionó varios segundos de sepulcral silencio.

-No estéis tristes -dijo para romper la seriedad, -él siempre había pensado que hay cosas por las que merece la pena morir. De hecho, todos pensamos eso. Si hubiéramos tenido que perecer por la causa, lo hubiéramos hecho.

Los cuatro restantes afirmaron efusivamente y volvieron al tema de conversación: la buena nueva.

[NOTA: Este capítulo es más corto porque en varias horas me voy una semana de vacaciones y no quería dejaros sin el. Espero que os guste esta buena noticia.]

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