Capítulo VIII: Grimmauld Place

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Harry y Ron no pudieron pegar ojo en toda la noche. Entre risas escuchaban los crujidos provenientes de la cama de Percy, que tenía el cuarto a pocos metros de su ubicación. Entre crujido y crujido, se podía escuchar la voz de la nueva profesora, Katherinna Moody.

-Por Merlín Percy, ¿cómo sabes hacer todo eso? -decía en tono lujurioso.

Tras eso, los crujidos se volvieron más intensos, obligando a Ron a levantar un poco la voz. De hecho, si hubieran encendido las luces, Harry se hubiera dado cuenta de que el chico estaba completamente ruborizado.

-¡Pero si tiene novia!

-Pues parece que, o ya no tiene, o va a tener más cornamenta que mi patronus -añadió Harry en tono divertido escuchando como los gemidos y los golpes aumentaban en intensidad.

[…]

-Ven aquí, chico -le dijo la profesa Moody a Harry haciéndole un gesto para que se acercase. -Vamos a comenzar con el encantamiento -afirmó. -Aunque hace años que no hago ninguno, creo que todo saldrá bien.

La familia Weasley al completo, más Hermione, la profesora y el propio Harry se encontraban fuera de la Madriguera, en los aledaños de la misma. El señor y la señora Weasley habían decidido que aquella misma mañana llevarían a cabo el encantamiento Fidelio para proteger su casa de posibles incursiones. Como ya sabía, ahora que la Orden había desaparecido y había dejado de ser aquel lugar un sitio de paso, habían tomado aquella decisión, por otro lado, acertada.

-Todos los demás debéis de cerrar los ojos, daros la vuelta o hacer cualquier cosa que os obligue a no mirar vuestro hogar. Vamos Ron, no me hagas hacerte esto. Obscuro -dijo alzando levemente y con una rapidez pasmosa su varita.

En ese mismo instante una venda de color negro tapó los ojos de Ron que luchó durante unos segundos por quitársela, para darse cuenta de que era completamente imposible.

-Bien, dicho esto, Harry y yo daremos una vuelta a los alrededores de la casa -continuó diciendo, -y la misma cuando volváis a ver, habrá desaparecido. En dicho momento, el chico os tendrá que decir su ubicación exacta, ¿entendido?

Todos afirmaron silenciosamente mientras se daban la vuelta, se tapaban los ojos o hacían las dos cosas. En el último momento, Ginny miró a Harry con orgullo por aquel papel tan importante que iba a desempeñar.

Con parsimonia, Katherinna Moody y Harry Potter comenzaron pasear alrededor del hogar de la familia Weasley. Pasmado, el mago observó como una especie de luz violeta comenzaba a emanar del suelo, cubriendo por completo la enorme mole que hacía las veces de casa.

Puede que pasaran unos minutos o tal vez más de algunos, pero para el chico, el ritual no se demoró demasiado. Con una sonrisa, Katherinna le cedió su varita para que fuera él, el que dejara que la conjuración del encantamiento muriese en sus manos. Notó como un súbito calor le corría por el brazo con el que sostenía la varita, denotando que el ritual había llegado a su fin.

-Perfecto -dijo la profesora para después quitarle la varita de la mano. -Te has convertido en el Guardián de los Secretos de la familia Weasley -afirmó para después abrazarlo.

Harry pudo notar los pechos grandes y turgentes de la profesora que se apartó de él sonriendo. Por suerte, Ginny -que estaba vuelta de espaldas- no vio nada para tener que molestarse. De hecho, si Ginny supiera lo que él y Ron sabían, seguramente no tendría por qué enfadarse.

Aunque todos sabían el efecto que ocasionaría, el mago pudo observar con cierto agrado las caras de sorpresa dibujadas en cada uno de los miembros de la familia Weasley. Entonces decidió darles la localización exacta. Aunque él seguía viendo la Madriguera como siempre la había visto, supo enseguida el efecto que tendrían sus palabras, pues comenzaría a aparecer para sus interlocutores poco a poco, piso por piso lo que siempre habían llamado hogar.

Cuando la sorpresa se hubo desvanecido, la señora Weasley le dio un emotivo abrazo que Harry recibió con una inmensa sonrisa. Posteriormente, el señor Weasley le estrechó la mano.

-No sabemos como agradecerte esto, Harry, es una gran responsabilidad la que hemos apostado sobre tus hombros -le dijo.

De nuevo, el mago repitió la misma sonrisa que la señora Weasley había conseguido sacarle. Aunque en realidad el chico tenía otra teoría completamente diferente. Ellos no tenían nada que agradecerle. Nada.

-Es lo mínimo que podía hacer por vosotros -le contestó, -me habéis brindado un segundo hogar, señor Weasley.

Este último guardó silencio durante unos segundos hasta que Harry observó cómo alguna que otra lágrima resbalaban por las mejillas de su interlocutor. Con ternura, el mago le agarró el hombro ante la atenta mirada de Ginny Weasley.

-Que desfachatez -dijo Arthur Weasley con una media sonrisa entre sus lágrimas. -Han sido momentos muy duros y a veces es difícil mantener la entereza como cabeza de familia – afirmó, sincerándose.

-¡Mirad! -dijo Percy, que había conseguido apartar la mirada durante algunos segundos de la profesora Moody, -son las lechuzas de “El Profeta”, parece que han restablecido el suministro.

A lo lejos, dos puntos negros que fueron haciéndose cada vez más grandes, se acercaban a toda velocidad. A los pocos segundos, dichos puntos se convirtieron en dos enormes lechuzas, una parda y otra grisácea, las cuales llevaban un ejemplar del diario cada una. Cuando llegaron, Percy y el señor Weasley introdujeron un par de monedas en los pequeños sacos que llevaban colgados de una de las patas.

En un primer momento, todo parecía normal, pero tras unos minutos los ojos del padre de la familia Weasley se abrieron como platos, denotando una gran sorpresa.

-¿Qué pasa querido? -le preguntó la señora Weasley.

-Han matado a Lucius Malfoy.

La contestación dejó sin respiración a todos los allí presentes. Lucius era un conocido mortífago con una poderosa influencia en el Ministerio. Harry recordaba cómo tras su reaparición después de la incursión en el Bosque Prohibido y tras saber que su hijo estaba vivo, los Malfoy habían huido, dejando atrás la batalla del día que posteriormente se reconocería como el día de la Gran Derrota.

-¿Cómo ha sido? -preguntó Bill con curiosidad.

-No se sabe, parece ser que el mismo día de la caída de Voldemort atacaron su Mansión. El cadáver se lo encontraron unos muggles que paseaban por la zona. Tenía las extremidades cortadas y un mensaje de amenaza realzando la figura de su Señor. Así que, por pura lógica, se trata de una obra de mortífagos.

-¿Pero por qué siguen hacia adelante? -preguntó Ron con gesto preocupado.

-Es tal y como la última vez que Voldemort desapareció -afirmó la señora Weasley, -los mortífagos tardaron en ser erradicados y mientras tanto, seguían haciendo de las suyas, amenazando a todos los que habían ayudado a la Orden o al Ministerio.

-Por eso el trabajo del Ministerio es tan importante en estos momentos -confirmó su hijo Percy mientras abría la puerta de la Madriguera. -Entremos dentro, los tiempos, aunque más claros, aun son oscuros.

Todos hicieron lo que aconsejaba Percy. Este, con determinación, movió ligeramente su varita una vez que entraron en la cocina y varias sartenes se pusieron en el fuego con sendos trozos de carne y huevos en su interior. La señora Weasley se puso a su lado para preparar té.

Después de un copioso desayuno en el que el tema de conversación central fue el asesinato de Lucius, Harry y Ginny subieron a sus habitaciones para recoger un par de objetos antes de emprender su viaje hacia la vieja casa del padrino de Harry. La decisión de ir juntos no disgustó a nadie, pero el que fueran solos, sin ningún tipo de guardia derivó en la preocupación de la señora Weasley.

-Vamos Molly, ya son mayorcitos -le decía su marido.

-Si, pero mira lo que le ha pasado a Lucius, ¡y eso que era uno de ellos! -afirmó.

-Mamá, somos mayores, iremos en escoba porque volamos bien y una vez dentro de Grimmauld Place no nos pasará nada -le dijo Ginny.

-Que recuerdos, Grimmauld Place, número doce -dijo George con tono nostálgico el cual se había tirado allí un verano entero. -Pasamos buenos momentos allí, ¿verdad Harry?

Este afirmó con una sonrisa. Aunque él había llegado bastante tarde y con un cabreo monumental -dicho sea de paso-, fueron felices momentos. Sobre todo, porque pudo pasar bastante tiempo con su difunto padrino, Sirius Black.

Pasados algunos minutos, Harry y Ginny -esta con una mochila a sus espaldas- se encontraban en la puerta con sus respectivas escobas sobre los hombros.

-Dejad al menos que Bill os haga un encantamiento desilusionador -imploró la señora Weasley.

Harry sonrió divertido ante su petición.

-Mamá llevamos la capa de Harry -le contestó su hija.

-Por si acaso.

Ambos jóvenes esperaron con calma a Bill que con un ligero toque de su varita realizó el encantamiento desilusionador. La sensación, conocida ya por Harry, era como una ducha de agua caliente. Desaparecieron.

-Vamos -dijo Harry dando una patada al suelo para que su escoba se elevara por encima de la Madriguera.

La sensación de volar una gran distancia después de todos aquellos meses fue excepcional, y más al lado de la menor de los Weasley. El trayecto fue tranquilo, sin ningún problema. Harry sentía el aire frío entrar en sus pulmones con fuerza al igual que en sus manos.

Una vez que llegaron, ambos sacaron la varita con determinación y espalda contra espalda avanzaron poco a poco hacia el número doce de la calle Grimmauld Place. La última vez que Harry había estado en aquel lugar, habían tenido que huir de uno de los mortífagos tras su incursión en el Ministerio. Con un golpe de su varita, Harry abrió la puerta, la cual tenía un hechizo preparado para que solo él pudiera abrirla. Esta, con una serie de crujidos dejó pasar a ambos magos.

Entraron en silencio, escuchando, en primer lugar. Tras unos segundos, no escucharon nada raro.

-¿Kreacher? -dijo Harry alzando la voz y cerrando la puerta tras de sí para conjurar posteriormente un Lumos que iluminó la habitación.

En seguida, un crujido delató la nueva posición en la que se encontraba el elfo doméstico.

-¿Amo Potter? -preguntó.

-Enciende las luces -le ordenó este. Aunque ante la mirada severa de Ginny añadió, -por favor.

-En seguida, amo -contesto el elfo, que en cuestión de segundos encendió las luces de la casa, haciendo que el retrato de Walburga Black cobrara de nuevo vida.-¿Desean los señores té? -dijo alzando su voz sobre los gritos de su antigua ama.

-Sí, gracias Kreacher.

En medio de dicha afirmación, Harry escuchó el picaporte de la puerta exterior girarse. A penas tuvo tiempo de agarrar a Ginny y empujarla hacia la habitación contigua. Aunque las luces encendidas delatarían su posición, esperaba que quien quiera que fuese quedara bajo su factor sorpresa.

Los dos chicos guardaron silencio ante los primeros pasos que dio la persona extraña en el vestíbulo de la casa de la familia Black. ¿Quién sería? ¿Acaso había otro heredero?

Los pasos avanzaron por el pasillo. En ese momento, Harry agarró de la muñeca a Ginny transmitiéndole seguridad. Con la mano que no agarraba la varita le indico una cuenta atrás que la chica entendió perfectamente. Tres, dos, uno…

Con velocidad y jugando con la sorpresa, los chicos salieron de su escondite con las varitas en alto.

-¡Desmaius!

-¡Reducto!

En medio de los dos potentes chorros de luz Harry pudo ver y conocer el rostro del intruso: Yaxley. Él había sido el que les había obligado a huir el año pasado y el que había ocasionado la despartición de Ron.

Los dos hechizos dieron de lleno y casi a la vez en el pecho del mortífago que con un grito de dolor fue desplazado hasta chocar con la pared, quedando completamente inconscientes.

-¡Amo, amo! ¡Señora Weasley! ¿Estáis bien? -el elfo doméstico abrió los ojos sorprendido ante todo aquel estropicio. -¿Qué ha pasado?

-Ese hombre lleva entrando un año seguramente en esta casa Kreacher… Y no sabemos cómo -contesto Harry observando el cuerpo desfallecido de Yaxley.

-Yo puedo encargarme de él, amo -le dijo al mago. -No he cumplido mis obligaciones para con esta casa.

-Yo fui el que te ordené que marcharas a Hogwarts -le dijo Harry evitando cualquier ataque por parte del viejo elfo doméstico. -De momento, adecenta un poco la casa, Kreacher.

-¿Qué piensas hacer, Harry? -le preguntó Ginny dejándose caer en su hombro. -Con esos dos hechizos estará más de un día inconsciente.

-Enviaremos un aviso a Kingsley, ellos sabrán que hacer -afirmó Harry.

[…]

Tras mandar el aviso con Kreacher, ni tan si quiera pasaron media hora enfrente del desmayado mortífago, ya que en poco tiempo, el mismísimo Ministro de Magia en funciones se personó en el domicilio.

-¿Qué ha pasado Harry? -preguntó con gesto preocupado.

Una vez que este le hubo contado todo lo sucedido, el antiguo auror los tranquilizó.

-Seguramente encontrara la forma de entrar al aparecerse junto a vosotros el año pasado. Nos lo llevaremos al Ministerio para interrogarlo y os apostaremos un auror en la puerta. No admitiré un no por respuesta.

[Nota: Ejemplar del Profeta.]

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